domingo, 14 de noviembre de 2010


Autor: Eduard Punset 14 Noviembre 2010      
No es cierto que estemos sumidos en una crisis mundial. Estados Unidos se debate entre crecer un poco más para garantizar su supremacía los próximos cien años o aumentar el bienestar de los más desamparados. Los países emergentes están en pleno crecimiento económico y no acaban de creerse que pueden alcanzar a los países más ricos. Europa sí está sumida en una crisis duradera fruto de haber sobrepasado la línea del máximo endeudamiento permitido, tanto público como privado. En términos claros, hemos vivido demasiado tiempo por encima de nuestros medios.¿Qué quiere decir esto? En primer lugar, que no podemos seguir rechazando los cánones más elementales del comportamiento inteligente. Hace unos años, cuando se hablaba de inteligencia, se ponía a los humanos de un lado y al resto de los animales del otro. Los primeros eran inteligentes por definición y los segundos eran tontos comparados con nosotros. Afortunadamente, los neurólogos están entrando a examinar desde supuestos científicos la inteligencia y resulta que desde esos supuestos hay simios inteligentes y personas que no lo son. ¿Por qué?Ahora, la inteligencia se define de otra manera: cuando se da una serie de condiciones, se dice que el organismo que las disfruta es inteligente y que no es cuerdo el que no las reúne. ¿Cuáles son esas condiciones? Básicamente, son dos: flexibilidad y capacidad de representar mentalmente una determinada situación –solo eso permite predecir lo que ocurrirá en el futuro–.Para ser flexible, hay que aprender a cambiar de opinión y el que no quiere hacerlo en tiempos de crisis es una persona simplista. Mi perra dejó de tirar de la correa hacia la panadería en la que le daban siempre un bollo el día en que se fue la dependienta que se lo daba. La persona o animal inteligente acepta que la situación ha cambiado –que ahora las casas valen menos (hasta los bancos acabarán entendiéndolo)– o que hay menos recursos disponibles. Hay animales, como mi perra, que se dan cuenta de ello y, en cambio, hay personas que no quieren admitirlo ni aunque las maten, porque son incapaces de cambiar de opinión.
El análisis científico está sugiriendo también que para ser inteligente hay que ser capaz de representar mentalmente una situación o escena cotidiana: reuniones familiares a la hora de la comida; salir a pasear por el parque con el dueño si eres un perro inteligente; representar mentalmente o imaginar lo que hará la manada después de oír un ruido sospechoso.Esa facultad para simular mentalmente una situación permite algo que solo las mentes inteligentes pueden hacer: predecir parte, por lo menos, de lo que va a ocurrir, como que la manada va a salir de estampida porque se siente amenazada; o el perro intuir que en esa familia nadie le va a dar comida mientras estén en la mesa, de manera que puede intentar dormitar a la espera de que terminen el festejo mientras sigan sentados; poner ojo avizor y oídos atentos para llamar a la Policía si se repite el gemido al otro lado de la persiana.Predecir lo que va a ocurrir en el corto plazo no es solo una señal de inteligencia, sino un requisito imprescindible para sobrevivir. Acertar desentrañando lo que nos reserva el futuro es cosa de héroes, pero nos va la vida en intuir lo que va a pasar enseguida.No me extrañaría nada que en las circunstancias actuales hubiera personas que son incapaces de cambiar de opinión o de imaginar lo que va a ocurrir mañana y hubiera, en cambio, algún organismo del resto de los animales que intuyera perfectamente que las cosas han cambiado y que algo nuevo e inminente va a ocurrir. ¿Por qué no hacen este ejercicio?