viernes, 26 de noviembre de 2010

INTERNET YA ES EL PRESENTE

Como ha cambiado todo, aún recuerdo cuando escribía cartas a mis familiares que no vivían cerca mía, para poder contarle las cosas que me pasaban y como esperaba al cartero todos los días para ver si me habían contestado, o cuando en clase había que buscar una palabra en el diccionario o bien hacer algún trabajo, para ello utilizabamos los diccionarios ( en papel, claro esta) y las enciclopedias que nuestros padres estaban toda la vida juntando por fasciculos coleccionables y que cuando estaba completa ya había sucedido cosas importantes en el mundo para que ésta quedará obsoleta, ahora estos libros, atlas y diccionarios han quedado colocado en el mueble donde solo se usan para limpiarle el polvo, la mayoría de la gente no la tíenen ni en su casas, mi caso es ese. Ahora todo es mucho más rápido y tecnológico, con un solo click de ratón podermos desde enviar un mensaje a una persona que este en otro continente en un tiempo de 1 minuto, mirar el significado de cualquier palabra que se nos ocurra, leer las noticias sin tener que comprar un periódico, jugar a un juego online con jugadores de cualquier parte del mundo o mantener una relación de amistad o de cualquier tipo, en resumen todo un mundo se encuentra ahora a tan solo un click de ratón. Según mi opinión es algo maravilloso, vamos me considero una ciberoptimista, pero al igual que pienso que internet es un mundo muy apasionante, que gracias a él tenemos un gran abánico de posibilidades de hacer cosas que antes no podíamos hacer como se autores de un blog, poder editar o comentar cualquier artículo sin la necesida de tener estudios, subir fotos, videos, ect... no podemos olvidar todo lo que hemos aprendido con los viejos alfabetismo, no se puede dejar de lado y olvidar por ejemplo un buen libro escrito en papel, porque lo podamos leer en un e-book, ipad, o pantalla de nuestro ordenador, la sensación nunca será la misma, el tacto al pasar las hojas, es algo totalmente diferente. Pero bueno sobre gustos, colores, en resumen, bajo mi punto de vista la llegada de internet es algo que ha cambiado para siempre la mentalidad del mundo, son los nuevos alfabetismos, es la nueva era y se debería hacer todo lo posible para fomentar la actitud tan positiva que tiene nuestros menores por el internet, no apartarlos de esto, más bien buscar formas educativas de utilizar internet en base a su aprendizaje, y de pasa en base al nuestro también, nosotros debemos utilizar este medio con un fin educativo y atractivo para ellos.

domingo, 14 de noviembre de 2010


Autor: Eduard Punset 14 Noviembre 2010      
No es cierto que estemos sumidos en una crisis mundial. Estados Unidos se debate entre crecer un poco más para garantizar su supremacía los próximos cien años o aumentar el bienestar de los más desamparados. Los países emergentes están en pleno crecimiento económico y no acaban de creerse que pueden alcanzar a los países más ricos. Europa sí está sumida en una crisis duradera fruto de haber sobrepasado la línea del máximo endeudamiento permitido, tanto público como privado. En términos claros, hemos vivido demasiado tiempo por encima de nuestros medios.¿Qué quiere decir esto? En primer lugar, que no podemos seguir rechazando los cánones más elementales del comportamiento inteligente. Hace unos años, cuando se hablaba de inteligencia, se ponía a los humanos de un lado y al resto de los animales del otro. Los primeros eran inteligentes por definición y los segundos eran tontos comparados con nosotros. Afortunadamente, los neurólogos están entrando a examinar desde supuestos científicos la inteligencia y resulta que desde esos supuestos hay simios inteligentes y personas que no lo son. ¿Por qué?Ahora, la inteligencia se define de otra manera: cuando se da una serie de condiciones, se dice que el organismo que las disfruta es inteligente y que no es cuerdo el que no las reúne. ¿Cuáles son esas condiciones? Básicamente, son dos: flexibilidad y capacidad de representar mentalmente una determinada situación –solo eso permite predecir lo que ocurrirá en el futuro–.Para ser flexible, hay que aprender a cambiar de opinión y el que no quiere hacerlo en tiempos de crisis es una persona simplista. Mi perra dejó de tirar de la correa hacia la panadería en la que le daban siempre un bollo el día en que se fue la dependienta que se lo daba. La persona o animal inteligente acepta que la situación ha cambiado –que ahora las casas valen menos (hasta los bancos acabarán entendiéndolo)– o que hay menos recursos disponibles. Hay animales, como mi perra, que se dan cuenta de ello y, en cambio, hay personas que no quieren admitirlo ni aunque las maten, porque son incapaces de cambiar de opinión.
El análisis científico está sugiriendo también que para ser inteligente hay que ser capaz de representar mentalmente una situación o escena cotidiana: reuniones familiares a la hora de la comida; salir a pasear por el parque con el dueño si eres un perro inteligente; representar mentalmente o imaginar lo que hará la manada después de oír un ruido sospechoso.Esa facultad para simular mentalmente una situación permite algo que solo las mentes inteligentes pueden hacer: predecir parte, por lo menos, de lo que va a ocurrir, como que la manada va a salir de estampida porque se siente amenazada; o el perro intuir que en esa familia nadie le va a dar comida mientras estén en la mesa, de manera que puede intentar dormitar a la espera de que terminen el festejo mientras sigan sentados; poner ojo avizor y oídos atentos para llamar a la Policía si se repite el gemido al otro lado de la persiana.Predecir lo que va a ocurrir en el corto plazo no es solo una señal de inteligencia, sino un requisito imprescindible para sobrevivir. Acertar desentrañando lo que nos reserva el futuro es cosa de héroes, pero nos va la vida en intuir lo que va a pasar enseguida.No me extrañaría nada que en las circunstancias actuales hubiera personas que son incapaces de cambiar de opinión o de imaginar lo que va a ocurrir mañana y hubiera, en cambio, algún organismo del resto de los animales que intuyera perfectamente que las cosas han cambiado y que algo nuevo e inminente va a ocurrir. ¿Por qué no hacen este ejercicio?

lunes, 8 de noviembre de 2010

Hablamos demasiado o no escuchamos lo suficiente


Comentarios
Autor: Eduard Punset
Si me pidieran la causa de que los españoles tengan que pagar ahora a sus acreedores bastante más que otros deudores europeos, como los alemanes o los franceses; si me requirieran ahora para que explicara los malos resultados escolares de los españoles, comparados con los del resto de Europa; si tuviera que detallar las razones históricas de que hayamos tratado al resto de los animales tan mal o peor que a las personas y, en todo caso, peor que en los demás países de Europa, aduciría, por supuesto, el aislamiento histórico del que fuimos protagonistas durante gran parte de nuestra historia moderna pero también y sobre todo nuestra costumbre inveterada de hablar más de lo que escuchamos.Aquí, casi todo el mundo tiende a explicar las razones por las que merecería estar en los altares; los argumentos esgrimidos frente a los que no quieren escuchar nuestro discurso; los detalles de comportamientos supuestamente desinteresados o de amor al prójimo; en definitiva, los pormenores que explican el que las cosas no sean como parecen y nuestras conductas, un dechado de virtud. Muy pocos quieren, por el contrario, escuchar a los demás. Éste es un país en donde no interesa lo que piensan los otros porque lo único que cuenta es aquello de lo que uno está convencido. “Y ahora me vas a oír –dicen–, por si no te has enterado.” ¡Tantos oídos pegados al móvil en la calle!Ocurre en la vida de la pareja, en el sistema educativo y en el corporativo. En la construcción del nido que soporte la convivencia de mujer y hombre se pasa casi todo el tiempo intentando convencer al otro de algo. Él suele llegar enfurruñado y plagado de resquemores. Ella, sencillamente, no da abasto, puesto que ni los maridos, ni la sociedad ni el Estado se han enterado todavía de lo que supone hacer frente, a la vez y sin ayuda de nadie, al cuidado de los hijos, al trabajo, de fuera y de la casa; con el añadido, en un número creciente, de responsabilidades políticas hasta hace poco reservadas a los varones. No queda tiempo para escucharse uno al otro.¿Cuántas veces, al cerrar la puerta de mis clases de economía, tecnología o gestión emocional, no he constatado que había soltado mi rollo, en lugar de estar atento a lo que podía interesar a mis alumnos para ayudarlos a construir su futuro individual? Ya sé que esto no es fácil, porque no lo es conciliar la imparable personalización de la educación con la gestión colectiva normalizada en función de patrones heredados.A nivel empresarial ocurre tres cuartos de lo mismo. ¿Alguien escucha atentamente al otro para descubrir fórmulas de trabajo más cooperativo? ¿Métodos o estilos más innovadores para solventar problemas? Además de analizar los procesos productivos, ¿hay algún jefe de departamento interesado en descubrir si sus empleados tienen la sensación de que son dueños de su trabajo, de que algo controlan de la empresa, o de su vida?Recurro a una dentista para el cuidado de mi boca que es la mejor profesional que he conocido. Yo sé bien que con la boca llena de aparatos lo último que uno puede hacer es hablar; pero esto no es excusa para que ella no pare de explicar cómo se comporta el resto del mundo. Seguramente, hablamos en exceso y no escuchamos suficientemente a los demás, cuando por su experiencia o sentimientos experimentados nos podría interesar.Casualmente, los neurólogos están constatando algo que sospechábamos: el cerebro gasta menos energía en observar el mundo exterior –las dimensiones y señales codificadas que le revelan lo que ocurre fuera son pocas y malas– que en elucubrar, experimentar e imaginar; si hablamos todo el rato, no puede hacerlo.



viernes, 29 de octubre de 2010

¿De verdad son malos los videojuegos?



Cuando un joven norteamericano sale de la universidad, ha pasado unas 5.000 horas de su vida leyendo, pero más del doble viendo vídeos, otro tanto hablando o escuchando por el móvil y más del doble viendo la tele. ¿Alguien ha calculado cómo utilizaba su tiempo mi generación? A finales de los 50, el reparto del tiempo tenía una estructura muy distinta: habíamos pasado unas 25.000 horas leyendo y unas cuantas ante el televisor; ni vídeos ni móviles ni nada. Con la cabezonería típica de los que no aprenden nada, nos dio por decir que lo segundo era maravilloso y que atiborrarse de vídeos, consolas y videojuegos, infame.


Es urgente que les diga que estábamos profundamente equivocados. A nosotros nos llaman ‘inmigrantes digitales’ y a ellos, ‘nativos digitales’. Pues bien, los nativos digitales tienen todas las de ganar al aprender las aptitudes necesarias para sobrevivir en las sociedades del mañana. Si vuelven a aprender lo mismo con idénticos sistemas que nosotros, no sólo no encontrarán trabajo, sino, lo que es peor, serán infelices. Las diferencias entre los dos colectivos van mucho más allá de lo que la gente imagina: «Experiencias individuales distintas suponen cerebros distintos», afirman ahora los científicos.


Cuando con nuestra sabiduría arcaica afirmamos que los jóvenes de hoy no saben concentrarse, deberíamos decir más bien que no focalizan su atención en los antiguos mecanismos de aprendizaje: ¡No me molestes, mamá; estoy aprendiendo!, se titula el libro de Marc Prensky, el mejor científico dedicado a desvelar los secretos de los videojuegos y los programas de ordenador. ¿Para qué otras cosas sirven los videojuegos con los que mis nietas consumen horas cuando les dejan?


Un gran cirujano del Beth Israel Hospital dice: «Utilizo exactamente idéntica coordinación entre la vista y los movimientos de la mano cuando opero que cuando juego a videojuegos». Es alucinante constatar que los cirujanos con experiencia en videojuegos cometen cerca de un 40 por ciento menos de errores operando que los que nunca han tenido esa experiencia digital.


Aparentemente, los jóvenes a los que les gustan los videojuegos y los programas electrónicos de ordenador aprenden actividades como pilotar aviones, conducir coches veloces, construir barrios y practicar medicina o veterinaria. Pero no se trata sólo de eso; se ha comprobado que, además de ampliar los horizontes visuales y de los sentidos en general, aprenden también a identificar los factores más importantes, así como a descartar los secundarios. Los jóvenes a los que se les permite jugar con videojuegos en los que deben atender numerosos factores aprenden más rápidamente que los demás a distinguir lo esencial de lo importante, a fijarse en lo que de verdad cuenta y a prescindir de lo secundario. Los hay, pobrecitos, que tienen que confiar inconscientemente en que los sueños triturarán por sí mismos lo trivial y, de algún modo, les sugerirán lo que deben recordar en la memoria a largo plazo. Las consolas de ordenador y videojuegos hacen lo mismo a la carta: lo llaman ‘atención visual selectiva’.


¿Y qué más? Los niños que tienen la suerte de que les dejen entretenerse con los videojuegos aprenden probando –acertando unas veces y equivocándose otras– a desarrollar estrategias para salvar obstáculos. A los que les invade una vocación militar les servirá de mucho haber aprendido a valorar información que procede de orígenes múltiples; los especialistas lo califican de ‘conciencia situacional’, que a lo largo de los últimos años ha hecho que los pedagogos y filósofos urdieran la ‘estrategia de la innovación multidisciplinar’. Hoy es imposible innovar sin recurrir a la multidisciplinariedad y es imposible familiarizarse con ella sin videojuegos.
Eduardo Punset

martes, 26 de octubre de 2010

educando para educar: LA TELEVISION Y LOS NIÑOS

educando para educar: LA TELEVISION Y LOS NIÑOS
En estos tiempos ha cambiado mucho la programación televisiva, tanto que ya los antiguos programas infantiles han desaparecido, dejando vía libre a una seríe de programas según mi opinión nada educativos e incluso que infravaloran al propio ser humano.